miércoles, 17 de junio de 2015

1) “Claves para el Despertar” – INTRODUCCIÓN

MENSAJES DESDE LAS ESTRELLAS
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Hola amados Hermanos:
Compartimos con cariño transcripciones de la Monografía “CLAVES PARA EL DESPERTAR”, que podemos hallar en nuestra Biblioteca www.tseyor.org

El enlace es:

Con amor,
Delegación de Tseyor en Perú
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El amor es la clave para el despertar de la consciencia.

Por favor, amigos, despertemos de ese sueño. ¿Qué pensamiento más hermoso puedo llevar a vuestras mentes que el deciros que nos podemos amar unos a otros como hermanos que somos? Porque somos el absoluto, somos el amor, y eso no son palabras son hechos.

Y hasta que no comprendamos el amor, en un acto de hermanamiento universal, hasta que no comprendamos que cada uno de nosotros somos lo mismo, hasta que no lo comprendamos profundamente, no formaremos parte de esas sociedades armónicas.”

Shilcars

1) “Claves para el Despertar” – INTRODUCCIÓN

     PENSAMIENTO

            El proceso de perfeccionamiento del pensamiento sigue una especie de circuito:

AUTOOBSERVACIÓN –> TRANSMUTACIÓN –> PERFECCIONAMIENTO

La autoobservación es la observación atenta, desde el aquí y ahora, desde el presente eterno. Atrae la atención de nuestro ser profundo, y nos conecta con él.

Desde su presente eterno se produce una transmutación del ego, del pensamiento tridimensional, el ego se eleva a una dimensión más amplia y comprensiva. De este modo se produce el perfeccionamiento del pensamiento.

Este proceso de autoobservación –> transmutación –> elevación o perfeccionamiento del pensamiento se ha de mantener de instante en instante, no bastaría con una sola ocasión, aunque también es verdad que cada transmutación nos sitúa en el instante eterno. Cuando se pone en marcha el estado de autoobservación continúa, como un fluir desde nuestro interior, sigue su curso, salvo que lo interrumpamos.

El desarrollo de este proceso facilita el equilibrio, la armonía y la empatía con los demás, la hermandad.

Los obstáculos de la entropía parecen alejarnos de la sintonía con nuestro mundo interior, y así puede ocurrir en un primer momento, pero si mantenemos la autoobservación, entonces se potencian y catapultan la transmutación y el perfeccionamiento. Son equivalentes a las crisis de crecimiento. El trabajo espiritual consiste en superar los obstáculos que nos encontremos.

La meditación, la interiorización, son procesos de autoobservación sostenida, en los que es posible profundizar más en nosotros mismos, intensificar nuestra conexión interna.

Paralelamente y simultáneamente se suscita la renuncia, el desapego, la dejación de las adherencias del ego.

La autoobservación permite sublimar la actuación del ego y darle una comprensión más amplia, liberando sus tendencias y sus limitaciones.

Todo el proceso consiste en una ida y una vuelta, desde el espíritu a la tridimensionalidad, desde esta al espíritu, en ese camino de ida y vuelta nos engrandecemos, nos perfeccionamos.

El espíritu “necesita” ese contacto con la limitación para perfeccionar su esplendor, hacerlo más preciso y consciente, pues el espíritu en su inmensa grandeza es algo vago.

La consciencia tridimensional se asfixia en un mundo sin horizontes, repetitivo y monótono. Por eso la salida es la sublimación, la espiritualización. Pero al espíritu le conviene también ese contacto con el ego, que es una proyección limitada de sí mismo, y en cierto modo carente de algunos rasgos esenciales de su propia naturaleza.

Este proceso podría, teóricamente, realizarse de una sola vez, pero se prorroga y dilata en el espacio-tiempo, porque sería muy brusco hacerlo de forma total y única (la vía seca de los alquimistas).

Por eso preferimos muchas veces la vía húmeda, el hacerlo poco a poco, gradualmente. Eso puede dar la sensación de que no avanzamos o que el avance es muy lento y la meta lejana. También nos podemos dispersar, entretener, retroceder, si cesamos en el proceso de autoobservación.

La finalidad, si es que se puede hablar así, es la fusión del ego y del espíritu, donde el ego pierde sus propiedades limitantes y apegadas. Por eso, en algunas tradiciones espirituales, se habla de la aniquilación del ego. Sería más exacto decir la aniquilación del egoísmo, del egocentrismo, pero no del ego propiamente dicho, como consciencia tridimensional enfocada en los aspectos prácticos de la vida material.

La iluminación es precisamente la cumbre de este proceso, tiene lugar cuando se produce una transmutación amplia y podemos abarcar la visión del espíritu desde la materia y reconocernos como parte del todo, como el todo mismo, así nos sentimos vinculados a todo y a todos, como totalidad diferenciada.

Es un sentimiento y una experiencia maravillosa de infinitud, de ilimitación, de amor a todas las criaturas. Cada átomo nos parece preciso y admirable. Todo está bien, todo es perfecto para el que se siente partícipe de la perfección.

Este proceso de iluminación es también una cumbre de retroalimentación para el espíritu, para el ser humano que se ha encontrado a sí mismo. En el mar del espíritu no hay tú ni yo. Todo se percibe como unidad, aunque haya rasgos y colores dentro de una misma luz común a todos.

La conexión con la adimensionalidad es una conexión con nuestra parte interna, objetiva, espiritual. Se puede realizar como extrapolación del pensamiento, apertura del tercer ojo (visión estereoscópica), percepción de los mundos objetivos desde el mundo tridimensional. Esta conexión forma parte del proceso o podemos decir que acompaña el proceso. Mientras que la iluminación es el aspecto central, la percepción adimensional es un proceso periférico.

La autoobservación, cuando se lleva a cabo desde nuestro ser profundo, que contempla a nuestra faceta tridimensional, constituye un acto de retroalimentación para el espíritu, ya que el espíritu es el reino de la unicidad, de la no separación, de la comprensión.  


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