MENSAJES
DESDE LAS ESTRELLAS
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Hola amados Hermanos:
Comparto con cariño transcripciones de
la Monografía “Psicología
Transpersonal. Mensajes de Sili-Nur”, que podemos hallar en nuestra Biblioteca www.tseyor.com
El enlace es:
Con amor,
Noventa PM
__________
Digamos basta ya a
la
Inexorable
recurrencia de vida
tras vida en una
oscuridad casi total
del individuo.
Démosle la visión completa
de su panorama
espiritual. Enseñémosle
los primeros
pasos a seguir
por el camino de la
evolución
espiritual.
SILI-NUR
67) “Psicología Transpersonal”– EL EGO ES MUY PODEROSO
68. EL EGO ES MUY PODEROSO
El Hombre generalmente encuentra
excusas para no afrontar debidamente lo que puede hacer peligrar su
idiosincrasia, sus apegos, sus costumbres. Incluso sus vicios. A veces ignora
la realidad porque le resulta incómoda o tiene miedo de afrontarla.
El ser humano ronda la rutina
constantemente y, aunque esta no lleva a ninguna parte, sí tiene que haber un
momento en el que poder rectificar propiciando la creatividad, el cambio en
definitiva.
Todo es más sencillo de lo que pueda
parecer. La sencillez es hermana de la
humildad, pero en este caso y en este contexto, sencillez también significa
facilidad para mejorar unos esquemas mentales que van a hacer posible efectuar
el cambio psicológico de esta generación.
Cuando uno no está a gusto con lo que
hace, con su rutina diaria, con su cada día igual de repetitivo, más complicado
o problemático si cabe y con menos espiritualidad, parece claro que esto
debiera obligar al ser inteligente a cambiar sus costumbres, sus actitudes.
El hecho de conformarse con la rutina
diaria, indica que no salimos de esa espiral de imperfecciones, de dolor, de
sinsabores y llegar a alcanzar un progreso mucho mayor en nuestra conformación
espiritual. Y, si es así y entendemos que es así, ¿por qué no efectuamos un
cambio en nuestra vida y en nuestra actitud?
Ahí entra de lleno reconsiderar el
hecho del ego. ¿Es tal vez el ego mucho más poderoso que nuestra capacidad de
discernimiento y de actitud y del libre albedrío del que disponemos como seres
humanos?
El ego es muy poderoso. El ego, en
definitiva, está manifestándose en esta tercera dimensión proveyéndose de una
energía subliminal muy poderosa: la de nuestra consciencia.
El ego se ha hecho cargo de la
situación pero, ¿acaso al ego debemos destruirlo y desenraizarlo de nuestra
consciencia? Definitivamente no.
El ego forma parte de nosotros mismos.
El ego somos nosotros mismos.
Entonces,
¿qué pasa por nuestra mente cuando, reconociendo la existencia tan poderosa de
la manifestación egoica, somos incapaces de transmutarla en energía sublimada?
Energía que podría proporcionarnos un
fuerte tirón hacia “arriba” y separarnos
de ese contexto gris y difuso, de nuestra actual existencia.
Si en realidad estamos descontentos
con lo que hacemos y aún así no propiciamos el cambio, habremos de deducir que
estamos conformes con dicha situación. Y por eso el cambio no lo realizamos.
Generalmente, el descontento es la
insatisfacción que nos viene dada por nuestro propio espíritu que clama con
fuerza un cambio de nuestras posturas y condicionamientos.
Es esa sensación que tenemos a veces
de no sentir alegría y gozo, y es producto de una incapacidad manifiesta para
entendernos directamente con nuestro propio espíritu.
Si el Hombre por naturaleza es
inteligente y dispone de libre albedrío, ¿por qué no es feliz?
Cada uno tendría que preguntarse el
por qué si no es feliz, y también cuándo espera serlo. Si ahora tiene esa
oportunidad, ¿por qué la pierde sumergiéndose en la angustia, en la insatisfacción,
en la desazón? No es lógico, no tiene ningún sentido.
Sabemos
muchas cosas, disponemos de un gran conocimiento y de gran capacidad para
adquirir mucho más. Está previsto encajarlo directamente en nuestro volumen de
pensamiento holográfico y, en cambio, rechazamos dicha oportunidad y nos sumergimos en un mundo dual
de insatisfacción.
Cuando partimos del determinismo, de
la lógica, cuando todo lo pasamos a través del pensamiento racional y escogemos
aquello que más nos conviene, ¿por qué desechamos esa parcela tan importante de
ser felices en el ámbito de la espiritualidad? ¿Acaso el pensamiento nuestro es
incapaz de comprender que debe uno sentirse dichoso y feliz?
La vida la hemos de tomar como un
fluir. Un fluir de energía que penetra por todos los poros de nuestra piel, por
todas nuestras células y, a través de ellas, vamos incorporando ciertos
conocimientos a todos los niveles.
Sí, a todos los niveles, por cuanto
todo forma parte del holograma cósmico, puesto que estamos interrelacionados de
tal modo que cualquier partícula atómica en todo el Universo es, al mismo
tiempo, parte integrante de nuestra mente, de nuestro cuerpo, de nuestro
conocimiento.
Cuando hablamos de felicidad nos
referimos a un estado de plenitud y de dicha. Estado que nos hará sentir más
fortalecidos, más en armonía, más conscientes, cuando acabemos de descifrar el
contenido mismo de la vida y de sus circunstancias.
¿Acaso seremos más dichosos por
disponer de mejores prebendas, de más negocios, de más dinero? Es una utopía pensar
que cualquier bien material pueda llegar a satisfacernos plenamente.
Por eso es muy difícil encontrar
individuos plenamente dichosos. Porque
están obsesionados en una búsqueda, a todas luces equivocada, de tranquilidad
espiritual.
Ciertamente, la tranquilidad
espiritual no existe, porque el espíritu en realidad no necesita tranquilidad.
Acaso va a necesitar vibración, impulso…
En cambio, sí podríamos llegar a creer
en la posibilidad de que necesitamos más
armonía y equilibrio, y la energía de ese pensamiento, por sí sola, se
abocaría plenamente en nuestra capacidad psicológica.
Así pues, resulta mucho más sencillo
dejar fluir que no aspirar, querer, buscar, desear...
Pongamos nuestra mente en armonía,
pero, ¿cómo hacerlo sin esperar nada, sin desear nada? Repito, dejando fluir.
¿Cómo vamos a conseguir un nuevo o
mayor nivel de vibración? Fluyendo.
Y, ¿cómo se fluye? Anhelando.
Y, ¿cómo se anhela? No pensando, no
queriendo.
La fluidez mental es como el agua que
circula en un río monte abajo y que solo se ocupa de llenar un espacio. Que no se
piensa en nada más, porque nada le hace pensar en otra cosa que en fluir.
Creo que nada vale la pena desarrollar
a un nivel mental, que requiera invertir parte de su tiempo, robándoselo al
tiempo eterno, espiritual.
Indudablemente estamos perdiendo el
tiempo si para especificar determinadas cuestiones tridimensionales hemos de abandonar
la búsqueda espiritual. Nuestra razón
estará abocada al oscurantismo.
Así, estamos perdiendo el tiempo en
desear, aspirar, corregir... Estamos perdiendo el tiempo en intentar comprender
el demiurgo y su formación. Estamos perdiendo el tiempo en las creencias, en el
dogmatismo.
Lo que más interesa ahora es
recapacitar, pero ¿cómo vamos a recapacitar si necesitamos no pensar y dejar
fluir? Y ahí está la cuestión y el gran
dilema: “pensar para no pensar”.
Se necesita un pensamiento de
perfeccionamiento fluido, emancipado. Y ahí tenemos la gran lección de la vida:
hallar la libertad dentro de las ataduras tridimensionales.
Y es más, sabiendo y reconociendo que
el fluir de nuestra vida, vendrá dado por la libertad de nuestro pensamiento y
la fluidez del mismo.
Es necesario que recapacitemos en un
trasfondo común, en igualar el pensamiento a través de nuestro sentimiento, de
nuestra intuición, de nuestra inspiración. Y organizar nuestro pensamiento fluyendo
en la reflexión constantemente.
Efectivamente, hay acciones y
situaciones en las que debemos pensar. No nos equivoquemos: pensemos. Pero un
tipo de pensamiento que no perturbe nuestro espíritu, que fluya a través de
nuestros cromosomas como energía vivificadora que alimenta todos nuestros
pensamientos.
Pensemos pero sabiendo que cualquier
pensamiento puede producir error, y ahí está la cuestión: ¿cómo adivinar
aquellos pensamientos que producen error y por lo tanto invalidan un circuito
perfecto, unas circunstancias? Esta es la cuestión y ahí es donde debemos
pensar y hacia donde dirigir nuestro pensamiento.
Y cuando hablamos de pensar y de
pensamiento, nos referimos a ese pensamiento trascendente que aparece cuando
justamente no pensamos.
Pensamiento que altera todo un proceso
tridimensional, precisamente porque lo equilibra y nos da paso a la claridad.
Pensamiento que lo es porque no
piensa.
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