lunes, 27 de mayo de 2013

66) “Psicología Transpersonal”– EL EGO ES MUY PODEROSO

MENSAJES DESDE LAS ESTRELLAS
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Hola amados Hermanos:
Comparto con cariño transcripciones de la Monografía “Psicología Transpersonal. Mensajes de Sili-Nur”, que podemos hallar en nuestra Biblioteca www.tseyor.com

El enlace es:

Con amor,
Noventa PM
__________
Digamos basta ya a la
Inexorable recurrencia de vida
tras vida en una oscuridad casi total
del individuo. Démosle la visión completa
de su panorama espiritual. Enseñémosle
los primeros pasos  a seguir
por el camino de la evolución
espiritual.

SILI-NUR

67) “Psicología Transpersonal”–  EL EGO ES MUY PODEROSO


68. EL EGO ES MUY PODEROSO


El Hombre generalmente encuentra excusas para no afrontar debidamente lo que puede hacer peligrar su idiosincrasia, sus apegos, sus costumbres. Incluso sus vicios. A veces ignora la realidad porque le resulta incómoda o tiene miedo de afrontarla.

El ser humano ronda la rutina constantemente y, aunque esta no lleva a ninguna parte, sí tiene que haber un momento en el que poder rectificar propiciando la creatividad, el cambio en definitiva.

Todo es más sencillo de lo que pueda parecer. La sencillez es hermana  de la humildad, pero en este caso y en este contexto, sencillez también significa facilidad para mejorar unos esquemas mentales que van a hacer posible efectuar el cambio psicológico de esta generación.

Cuando uno no está a gusto con lo que hace, con su rutina diaria, con su cada día igual de repetitivo, más complicado o problemático si cabe y con menos espiritualidad, parece claro que esto debiera obligar al ser inteligente a cambiar sus costumbres, sus actitudes.

El hecho de conformarse con la rutina diaria, indica que no salimos de esa espiral de imperfecciones, de dolor, de sinsabores y llegar a alcanzar un progreso mucho mayor en nuestra conformación espiritual. Y, si es así y entendemos que es así, ¿por qué no efectuamos un cambio en nuestra vida y en nuestra actitud?

Ahí entra de lleno reconsiderar el hecho del ego. ¿Es tal vez el ego mucho más poderoso que nuestra capacidad de discernimiento y de actitud y del libre albedrío del que disponemos como seres humanos?

El ego es muy poderoso. El ego, en definitiva, está manifestándose en esta tercera dimensión proveyéndose de una energía subliminal muy poderosa: la de nuestra consciencia.

El ego se ha hecho cargo de la situación pero, ¿acaso al ego debemos destruirlo y desenraizarlo de nuestra consciencia? Definitivamente no.

El ego forma parte de nosotros mismos. El ego somos nosotros mismos.

            Entonces, ¿qué pasa por nuestra mente cuando, reconociendo la existencia tan poderosa de la manifestación egoica, somos incapaces de transmutarla en energía sublimada?
Energía que podría proporcionarnos un fuerte tirón hacia  “arriba” y separarnos de ese contexto gris y difuso, de nuestra actual existencia.

Si en realidad estamos descontentos con lo que hacemos y aún así no propiciamos el cambio, habremos de deducir que estamos conformes con dicha situación. Y por eso el cambio no lo realizamos.

Generalmente, el descontento es la insatisfacción que nos viene dada por nuestro propio espíritu que clama con fuerza un cambio de nuestras posturas y condicionamientos.

Es esa sensación que tenemos a veces de no sentir alegría y gozo, y es producto de una incapacidad manifiesta para entendernos directamente con nuestro propio espíritu.

Si el Hombre por naturaleza es inteligente y dispone de libre albedrío, ¿por qué no es feliz?

Cada uno tendría que preguntarse el por qué si no es feliz, y también cuándo espera serlo. Si ahora tiene esa oportunidad, ¿por qué la pierde sumergiéndose en la angustia, en la insatisfacción, en la desazón? No es lógico, no tiene ningún sentido.
            Sabemos muchas cosas, disponemos de un gran conocimiento y de gran capacidad para adquirir mucho más. Está previsto encajarlo directamente en nuestro volumen de pensamiento holográfico y, en cambio, rechazamos dicha  oportunidad y nos sumergimos en un mundo dual de insatisfacción.

Cuando partimos del determinismo, de la lógica, cuando todo lo pasamos a través del pensamiento racional y escogemos aquello que más nos conviene, ¿por qué desechamos esa parcela tan importante de ser felices en el ámbito de la espiritualidad? ¿Acaso el pensamiento nuestro es incapaz de comprender que debe uno sentirse dichoso y feliz?

La vida la hemos de tomar como un fluir. Un fluir de energía que penetra por todos los poros de nuestra piel, por todas nuestras células y, a través de ellas, vamos incorporando ciertos conocimientos a todos los niveles.

Sí, a todos los niveles, por cuanto todo forma parte del holograma cósmico, puesto que estamos interrelacionados de tal modo que cualquier partícula atómica en todo el Universo es, al mismo tiempo, parte integrante de nuestra mente, de nuestro cuerpo, de nuestro conocimiento.

Cuando hablamos de felicidad nos referimos a un estado de plenitud y de dicha. Estado que nos hará sentir más fortalecidos, más en armonía, más conscientes, cuando acabemos de descifrar el contenido mismo de la vida y de sus circunstancias.

¿Acaso seremos más dichosos por disponer de mejores prebendas, de más negocios, de más dinero? Es una utopía pensar que cualquier bien material pueda llegar a satisfacernos plenamente.

Por eso es muy difícil encontrar individuos plenamente dichosos.  Porque están obsesionados en una búsqueda, a todas luces equivocada, de tranquilidad espiritual.

Ciertamente, la tranquilidad espiritual no existe, porque el espíritu en realidad no necesita tranquilidad. Acaso va a necesitar vibración, impulso… 

En cambio, sí podríamos llegar a creer en la posibilidad de que necesitamos más  armonía y equilibrio, y la energía de ese pensamiento, por sí sola, se abocaría plenamente en nuestra capacidad psicológica.

Así pues, resulta mucho más sencillo dejar fluir que no aspirar, querer, buscar, desear...

Pongamos nuestra mente en armonía, pero, ¿cómo hacerlo sin esperar nada, sin desear nada? Repito, dejando fluir.

¿Cómo vamos a conseguir un nuevo o mayor nivel de vibración? Fluyendo.

Y, ¿cómo se fluye? Anhelando.

Y, ¿cómo se anhela? No pensando, no queriendo.

La fluidez mental es como el agua que circula en un río monte abajo y que solo se ocupa de llenar un espacio. Que no se piensa en nada más, porque nada le hace pensar en otra cosa que en fluir.
Creo que nada vale la pena desarrollar a un nivel mental, que requiera invertir parte de su tiempo, robándoselo al tiempo eterno, espiritual.

Indudablemente estamos perdiendo el tiempo si para especificar determinadas cuestiones tridimensionales hemos de abandonar la búsqueda espiritual.  Nuestra razón estará abocada al oscurantismo.

Así, estamos perdiendo el tiempo en desear, aspirar, corregir... Estamos perdiendo el tiempo en intentar comprender el demiurgo y su formación. Estamos perdiendo el tiempo en las creencias, en el dogmatismo.

Lo que más interesa ahora es recapacitar, pero ¿cómo vamos a recapacitar si necesitamos no pensar y dejar fluir?  Y ahí está la cuestión y el gran dilema: “pensar para no pensar”.

Se necesita un pensamiento de perfeccionamiento fluido, emancipado. Y ahí tenemos la gran lección de la vida: hallar la libertad dentro de las ataduras tridimensionales.

Y es más, sabiendo y reconociendo que el fluir de nuestra vida, vendrá dado por la libertad de nuestro pensamiento y la fluidez del mismo.

Es necesario que recapacitemos en un trasfondo común, en igualar el pensamiento a través de nuestro sentimiento, de nuestra intuición, de nuestra inspiración. Y organizar nuestro pensamiento fluyendo en la reflexión constantemente.

Efectivamente, hay acciones y situaciones en las que debemos pensar. No nos equivoquemos: pensemos. Pero un tipo de pensamiento que no perturbe nuestro espíritu, que fluya a través de nuestros cromosomas como energía vivificadora que alimenta todos nuestros pensamientos.

Pensemos pero sabiendo que cualquier pensamiento puede producir error, y ahí está la cuestión: ¿cómo adivinar aquellos pensamientos que producen error y por lo tanto invalidan un circuito perfecto, unas circunstancias? Esta es la cuestión y ahí es donde debemos pensar y hacia donde dirigir nuestro pensamiento.

Y cuando hablamos de pensar y de pensamiento, nos referimos a ese pensamiento trascendente que aparece cuando justamente no pensamos.

Pensamiento que altera todo un proceso tridimensional, precisamente porque lo equilibra y nos da paso a la claridad.

Pensamiento que lo es porque no piensa.

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