MENSAJES
DESDE LAS ESTRELLAS
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Hola amados Hermanos:
Comparto con cariño transcripciones de
la Monografía “Psicología
Transpersonal. Mensajes de Sili-Nur”, que podemos hallar en nuestra
Biblioteca www.tseyor.com
El enlace es:
http://www.tseyor.com/biblioteca/Psicologia%20transpersonal.pdf
Con amor,
Noventa PM
__________
Digamos basta ya a
la
Inexorable
recurrencia de vida
tras vida en una
oscuridad casi total
del individuo.
Démosle la visión completa
de su panorama
espiritual. Enseñémosle
los primeros
pasos a seguir
por el camino de la
evolución
espiritual.
SILI-NUR
28) “Psicología Transpersonal”– LA LIBERTAD, EL ODIO, EL AMOR
29. LA LIBERTAD, EL ODIO, EL AMOR
Ante todo decir que se precisan
hombres y mujeres valientes. Hombres y mujeres independientes.
Que no dependan de nada ni de nadie.
Que se sientan completamente libres para encauzar su vida, su trabajo, su
actividad, su desarrollo, su perfeccionamiento. En definitiva, en completa
libertad de acción, que esto es muy importante.
Si la mayoría de las veces actuáis
siguiendo los dictados de vuestro muy querido ego, ya viene siendo hora de que
en algunas parcelas de pensamiento, en algunas actitudes, seáis vosotros
mismos. Seáis libres.
La libertad es el don más preciado que
tiene el ser humano. Sin libertad es un ser dependiente, gris, y esparce todo
su conocimiento a un nivel muy bajo de vibración.
La falta de libertad estimula la rutina, el
pesar, el aburrimiento, y al final de todo eso se llega al escepticismo.
Y hablando de escepticismo, bueno es pensar
que debemos creer, pero para creer necesitamos experimentar. Y experimentar no
se consigue sino es por medio de la creatividad. Este tipo de experimentación a
la que me refiero se sitúa fuera de los límites de actividad del Ego, del yo en
minúscula.
Así que libertad es sinónimo de
creatividad, de empuje, de dedicación. Lo contrario es la pesadumbre, la
dependencia del individuo que únicamente prefiere esta seguridad temporal a la
comprensión y evolución de su pensamiento espiritual.
A través del perfeccionamiento del
pensamiento deberá, el hombre de vuestra generación, conquistar hitos muy
importantes dentro de su vasto universo interior.
Del principio de que la semilla crece, se
desarrolla, se multiplica y genera nuevas plantas, así también el hombre se
desarrolla y genera nuevos pensamientos que le llevan a conquistar nuevas
dimensiones, de las que por el momento está privado de recibirlas, comprenderlas
y disfrutarlas del todo.
Para
que todo eso sea posible, bastará únicamente que el hombre sea capaz de
renunciar a la dependencia. Aunque con una renuncia libre, espontánea, directa,
a través de la comprensión, nunca de la represión.
Calificando
bien el trabajo y la actitud de cada día, de cada hora, de cada instante.
Encaminándose hacia un futuro de paz y libertad, sin otro requisito que la
observación de unas mínimas normas elementales, como son la bondad de sus
actos, la paz de pensamiento y la actitud positiva de hermanamiento con todo y
con todos los que le rodean.
El individuo, en esta tercera dimensión,
debe asumir sus cargas porque así se libera de pesadas losas psicológicas, de
muros que pueden parecer impenetrables. A través del dolor, del esfuerzo.
También a través del fin prematuro de su existencia. Aunque esto último es de
una importancia relativa, porque la existencia continúa en otro estado, en otra
forma, en otro ser...
La libertad no está en nuestro
entorno, sino en nuestro interior. En
nuestro ser interno.
En cuanto al amor, reconozcamos que si
a los demás creemos que no les queremos pero no les odiamos, indiscutiblemente
les queremos.
El ego puede tornarse en un virtuoso del
amor, de la hermandad, de la amistad. El ego siempre quiere aparecer como
bueno, amable, sincero, cariñoso...
El ego es posesivo y no siempre acepta de
buen grado tener que separarse de alguien o algo que cree que le pertenece.
El ego necesita confianza, seguridad.
Lo cierto es que el ego, ante todas estas
circunstancias de apego, mide el cariño, el amor, la ternura, a través de
parámetros totalmente tridimensionales, lógicos.
Lo cierto, también, es que cualquier
sentimiento de deseo, aunque sea el de amar, es egoico.
Asimismo nos movemos en una simple y
rutinaria dualidad. Si son nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros
familiares más directos, “debemos amarles” y por lo tanto nuestra separación de
ellos “ha de ser” dolorosa. En cambio, en relación a los otros, o que ni
siquiera conocemos, nos interesan muy poco, por eso, “no les amamos tanto”.
Verdaderamente al espíritu nada le
pertenece, y nada le importa, incluso no le importa ni su propio
perfeccionamiento. El espíritu trasciende estos sentimientos.
Todo lo que no sea trascender dichos
sentimientos va a formar parte irremediablemente del ego, de nuestra masa
egoica.
De hecho no nos conviene tener ningún
sentimiento de apego por nadie ni por nada. Porque ello es solamente terreno
abonado para el ego.
Al fallecer un familiar querido, por
ejemplo, podríamos entender que ha trascendido un espacio. En cambio, muchas
veces sufrimos un gran dolor por su pérdida, y en cierto modo es totalmente
lógico. Mas, dicho dolor mental es egoico, pues el espíritu no sufre. Para
entendernos, la queja proviene de nuestro yo, de nuestro lastimero yo, de
nuestro pobre yo. Generalmente de nuestro “pobre de mí”.
El ego reviste todas y
cada una de sus funciones con unos planteamientos lógicos, y por lo tanto en
general obviará decir: “odio a determinada persona”. En su lugar dirá: “No me
gusta, me cansa, me aburre”. “Me siento mal con esa persona”. “No me dice nada
nuevo”. “No me ayuda en mi evolución”. “Siempre está de muy mal humor”. “Cada
vez le entiendo menos.” En fin, odio encubierto porque en todos estos planteamientos
no hay amor.
También el ego se
justifica: “¡Cada vez cocina peor!”. “¡Qué pesado es!”. “¡Qué aburrida es”.
“¡Qué egoísta es!” “¡Solo piensa en el dinero!” “¡Con quién me ha tocado
vivir!” Estos también son otros planteamientos faltos de amor y por tanto de la
familia del odio.
Y, claro está, luego
habrá aquellas otras características mucho más pronunciadas como: “la odio”,
“le deseo lo peor”. Estos son grados extremos de odio. Todo ello origen de
pequeños odios que se han ido sumando hasta formar un “personaje” de gran
envergadura.
Prestemos atención ante estos primeros
síntomas que en nosotros afloren de enemistad, de indiferencia, porque desde
ahí, un día, podemos ser víctimas propiciatorias de ese ego, de ese yo, de
nosotros mismos.
Si no odiamos, es obvio que en su
lugar anidará el amor y la posibilidad de entregarlo sin limitación alguna.
Desde un principio podemos prestar
atención ante cualquier pequeño síntoma de animadversión. Invariablemente se
empieza por lo minúsculo.
El odio crece en nuestro interior
mental, en nuestra psicología, casi sin darnos cuenta, y puede terminar
haciéndose fuerte e irresistible. Por lo tanto, es importante estar alerta y
vigilarlo constantemente.
Si vivimos “despiertos”, de instante
en instante, sabremos de nuestra actitud hacia el exterior, de nuestro
pensamiento hacia los demás. Con ello podremos elaborar y analizar mucho mejor
nuestro estado de ánimo.
Amor y odio, en su equilibrio perfecto,
es la Nada. Es la síntesis del esquema vital del Holograma Cósmico Cuántico.
En el mundo tridimensional, en este
espacio temporal e ilusorio, la vida se desenvuelve bajo el signo de la
dualidad. Por lo tanto, y en este mundo, el amor necesita de su antagónico el
odio para ser lo que es: el Todo y la Nada.
Por ello, el trabajo interior lo
dirigiremos a detectar cualquier desequilibrio entre esos dos estados, y dar
paso al amor. Detectar cualquiera de esos estados egoicos, para así poder
transmutarlos en amor.
No creo que por mucho hablar
termináramos con el tema de la libertad, del odio y del amor. Tal vez
únicamente habríamos colocado un grano de arena en la inmensidad del océano
universal.
Y me preguntaréis acaso sobre la
obsesión. La obsesión es un desequilibrio psíquico y nace de un planteamiento
ficticio, y por falta de la debida autoobservación.
Generalmente la obsesión se recrea en
el ánimo perturbado por unos ideales, por
unos ilusorios pensamientos de complementariedad. La persona se cree
sola o al menos eso le parece.
La
obsesión suele nacer por múltiples motivos, ya que los vericuetos del ego, de
la vida física, de la psicología humana, son infinitos.
Cualquier elemento perturbador suele
generar ciertas dosis, grandes o pequeñas, de obsesión. En vuestra sociedad se
os explica y enseña cómo llegar a ser los primeros en todo. Cómo ser un buen
profesional, o un empleado modelo, o un eficiente obrero.
En ese ritmo frenético poco se da a
entender sobre la importancia que tiene un buen y saneado aspecto psicológico.
Parece como que a la sociedad de consumo no le interesa que el individuo se
halle a sí mismo. Le interesa más que el individuo “dependa de…”. Y ¿cómo se
consigue esto? Creándole estímulos ficticios, falsos, egoístas,
interesados.
Al individuo suele enseñoreársele con
los atributos de una sociedad moderna: una buena casa, un flamante automóvil,
alegres vacaciones, un agradable y sutil perfume... Y aunque todo esto es
ilusorio, no obstante le sirve a la sociedad para ensoñar a sus
ciudadanos.
Y en la conquista de esos ideales
ficticios, se lucha, se persigue, y nunca se obtiene, la conformidad de uno
mismo. Precisamente porque al ser ficticios no llevan a ningún sitio.
Existe constantemente la sensación de
impotencia, el individuo no alcanza los ideales por los que se le estimula. Y
al no conseguirlos plenamente hace que se sienta insatisfecho, oprimido y
reprimido.
Así se fustiga en cierto modo al
individuo hacia el consumismo. Y de ahí suele nacer la obsesión por alcanzar un
mundo más placentero, querer ser un triunfador, acumular riqueza, ser el mejor padre,
vecino, ciudadano... Y ahí, en todos
estos planteamientos, existen diferentes grados de obsesión.
La obsesión es un oscuro y profundo
pozo en el que el individuo se precipita hacia un mundo ficticio.
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